domingo, 14 de junio de 2009

El Mounstro del Último Piso

Arrastrando con trabajo los pies y apoyándome en la pared, por fin llegué hasta el último piso. Treinta y siete por encima del suelo, como si alguien hubiera calculado exactamente el momento en el que un hombre que subiese por las escaleras perdiera el aliento, para detener en ese punto preciso la construcción del edificio.

Caminé por el largo pasillo con la alfombra verde gastada, observando la simetría de la disposición de las puertas a ambos lados y la luz que pintaba de amarillo las paredes. Busqué el número que tenía anotado en un pedazo de papel que guardaba en el bolsillo interior de mi chaqueta, sólo para asegurarme que era el departamento 37-B el que yo buscaba.

Me detuve delante de la puerta. Dudé un momento, luego golpeé. Del interior, unos gruñidos inesperados me hicieron pensar que me había equivocado al decidirme a llegar hasta este punto. Sin tiempo para echarme atrás, la puerta se abrió unos centímetros, el breve espacio que permitía la cadena.

Un monstruo enorme sacó su garra por la abertura y me agarró del cuello, dejándome enseguida inconsciente. Lo siguiente que recuerdo, es que estaba subiendo por una inacabable escalera, arrastrando los pies y apoyándome en la pared, a punto de llegar al último piso.

Cd. de México, junio 2008.